Chelo De Castro con el autor de estas notas, Roberto Llanos.
Chelo De Castro con el autor de estas notas, Roberto Llanos.
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Archivo particular.

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Chelo De Castro me graduó de periodista en La Voz de La Patria

Anécdotas y vivencias con una de las glorias del periodismo nacional.

La escalera que unía los dos pisos de La Voz de la Patria era alta, empinada, espaciosa y en forma de caracol -tal vez de unos 4 metros con algo más-, propia de las casas de arquitectura antigua, como sería llamada ahora.

Ese era el recorrido que Chelo De Castro cubría dos veces al día con un trote ágil que apoyaba en la punta de los pies, rumbo a los estudios de la emisora donde dirigía, locutaba y comercializaba su tribuna radial deportiva de toda la vida: ‘Desfile Deportivo’.

Esa especie de galope era una de las cosas de las que más se enorgullecía y alardeaba Chelo ante los empleados y visitantes de la emisora.

Y de verdad verlo a con esa dinámica a sus 60 y pico de años de entonces, era cosa de admirar, pues para los más jóvenes representaba toda una prueba de esfuerzo subir lo que más parecía una pendiente, como llamábamos en tono jocoso, la inevitable escalinata.

Para entonces compartíamos sala de redacción en la emisora, él con su espacio de deportes y nosotros, un grupo de periodistas imberbes recién salidos de la Universidad, como planta de redactores de ‘La Patria al Día’, un noticiero joven que apenas comenzaba bajo la dirección de William Vargas Martínez, periodista de quien Chelo guardaba gran admiración y respeto.

Y fue precisamente allí, en medio del “tacleteo” de las máquinas de escribir redactando cuartillas de noticias, donde conocí mucho de la personalidad y el talante de esta gloria centenaria del periodismo, que lamentablemente abandonó este plano físico a los 102 años.

Como compartíamos mucho tiempo en la redacción, sobre todo en horas de la mañana, poco a poco alcancé su confianza, y sin falsas modestias me atrevo a decir que gané su cariño, y también algo de reconocimiento en la profesión que comenzaba a ejercer.

Tanto así que me dio el honor y la responsabilidad de presentar en la emisora durante sus días de vacaciones, el espacio ‘Desfile Deportivo’, la ‘niña de sus ojos’ en la profesión.

Programa que me tocaba redactar y leer apoyado con las voces comerciales de Isaac ‘Chaco’ Senior, Carlos Andrade, Braulio Simarra o Hernando Vega.

Eran, sin falta, las dos últimas semanas de diciembre, periodo en que Chelo dejaba de ir a la emisora, pero no abandonaba sus columnas en el diario El Heraldo, aunque ya no en materia deportiva, sino con temas de la Barranquilla “de antes”, historias, personajes y anécdotas de la ciudad, que él llamaba “Acuarelas costumbristas”.

Con base en esta cercanía afectiva que sostuve con el maestro, trataré de recordar el mayor número de historias posibles sobre la personalidad de ‘Chelo’, como lo decíamos todos en la emisora, sin el ‘don’, que él nunca reclamó.

Por ejemplo, era proverbial ver a Chelo en bus o desplazándose a pie por cualquier punto de la ciudad, pues por lo general rechazaba transportarse en taxi. Prado-Boston era la ruta que lo llevaba de su casa a la emisora y viceversa.

Las demás “vueltas” comerciales y personales las hacía así, a paso resuelto, caminatas que empleaba como parte de ejercicio físico “para mantenerse en forma”, según decía.

Uno de esos recorridos pedestres infaltables en horas de la tarde era a Comfamiliar de la carrera 44, a donde llegaba a comprar abundante pan y cosas de desayuno, que guardaba celosamente en la emisora, ante la eventualidad de un “saqueo” inesperado.

El periplo incluía el mercado central al que también visitaba a abastecerse para el mercado hogareño.

Crítico deportivo

Es probable que no se conozca mucho de que Chelo prefería que lo llamasen Crítico deportivo, en vez de periodista.

Decía que era un término más amplio, porque se consideraba un analista, veedor y crítico en asuntos deportivos y de ciudad, más allá de lo que podía ser un periodista en el renglón en el que se desempañaba.

Chelo contaba con un carisma que lo convertía en protagonista o eje central en La Voz de la Patria de grandes paliques, como el mismo llamaba, aquellas amenas reuniones en los que se hablaba de todo.

Allí compartían esos momentos Chichi Vasallo, Pedro Juan Meléndez, Tomás Barraza Manotas, Julio Gutiérrez, Carlos Consuegra Donado, Tomás Emilio Alba, Eduardo Hernández, Antonio Borja, Edgardo Caballero, y muchas otras figuras de la radio y del periodismo que visitaban con frecuencia la emisora, a eso, a tertuliar.

Chelo era un hombre que no se iba por las ramas para llamar las cosas por su nombre, no solo en sus escritos en el diario o frente al micrófono, sino en las mencionadas charlas que se armaban en la emisora.

Aunque no tenía mucha cercanía con el poder político de la ciudad y el departamento, si reconocía un seguidor del partido Conservador, tanto local como nacional.

Sin embargo, antes de dedicarse al periodismo admitió que desempeñó algunos cargos públicos.

Su tribuna radial y escrita la apuntó hacia dos deportes en particular, béisbol y boxeo, disciplinas que dominaba al dedillo.

Poco mencionaba temas futboleros, porque afirmaba que el periodismo barranquillero estaba enfocado hacia el fútbol, especialmente en el equipo Junior, y él quería hacer un trabajo diferente.

A pesar de que podía dar un aspecto de dureza en el trato, era un tipo amable, bromista, caballeroso.

Eso si, muy celoso con sus cosas personales, por ejemplo, nadie podía sentarse en su escritorio o utilizar su máquina de escribir, una Olivetti de color verde muy bien aceitada con la que “garrapateaba”, sus cuartillas, como solía decir.

Una vez un compañero de la redacción del noticiero cometió la indelicadez de preguntarle cuánto facturaba ‘Desfile Deportivo’, pues el ‘cuñero’ publicitario era evidentemente abundante.

“Mira William tiene huevo tu periodista, preguntarme cuánto factura el programa. Ni mi mujer saber cuánto vendo yo, y ahora te lo voy a decir a ti”, le respondió como para que no le quedaran ganas de volver a preguntar.

Expresaba mucho cariño por sus hijos, pero en especial una hija que estudiaba oftalmología.

Mencionaba igualmente un hijo que residía en Estados Unidos, al que semanalmente le enviaba las columnas que escribía en la prensa.

Se sentía muy orgulloso de la carrera musical de su hijo Chelito, que en ese entonces se perfilaba como el artista consolidado que es hoy en día.

Una vez en la emisora comentó, en la época de auge del merengue, que llegó a la casa y encontró que su hijo Chelito había invitado al músico dominicano ‘Musiquito’, que tenía en moda el tema ‘Cómetela ripiá’, y visitaba Barranquilla a promocionar el disco.

“Chelito me lo presentó muy emocionado y lo saludé afectuoso. Cuando se marchó, él puso un disco y me dice: “Papi, este es Musiquito”. Le dije, nojoda, y tu me presentaste a ese tipo que no sabe ni cantar”.

Resulta que a Chelo no le gustó para nada el estilo del dominicano, que canta con una voz ronca o carrasposa.

La anécdota hizo reír a todos los contertulios que lo rodeaban.

En esos tiempos de La Voz de la Patria lanzó el libro de su autoría, ‘La Pértiga Rota’, obra sobre deporte que consideraba era lo único que le faltaba para completar la carrera periodística.

Mensaje de Chelo De Castro

Para concluir con este rápido anecdotario permítanme decirles que guardo con mucho celo, cariño y no sé qué más, un mensaje que mandé a plastificar para conservarlo en el tiempo.

Allí Chelo me solicita que me encargue del programa ‘Desfile Deportivo’ por 15 días, ya no vacaciones, sino durante una incapacidad médica de dos semanas con ocasión de una cirugía.

Eran aquellos días en que comenzaba en la actividad, y fue cuando me sentí graduado de periodista, ya que en la despedida de la nota escribió: “Afectísimo amigo y colega, Chelo de Castro C.

Paz en su tumba Chelo. Será difícil olvidarlo.